lunes, 25 de junio de 2012

Un lugar donde estar, un lugar donde ir... (catálogo)
ZULEMA MAZA
Fundación Banco Patricios 1996

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Texto: Jorge Lopez Anaya

Desde hace algunos años, Zulema Maza, quien obtuvo notable prestigio como artista grabadora, se ha inclinado hacia la instalación.
Con obras de este genero ha figurado en múltiples exposiciones realizadas en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, en el centro Cultural Recoleta y el Palais de Glace.
En varia ocasiones, su obra integro muestras en Brasil, Italia, México, París, Washington, etc.
En esta oportunidad presenta, en la Fundación Banco Patricios, una instalación de grandes dimensiones, con el título: Un lugar donde estar, un lugar donde ir. La artista, según sus declaraciones, tematiza una problemática actual: “El desconcierto de los hombres que no saben a donde ir, pues se han perdido los grandes valores que reinan la cultura.  La gente está desconcertada, buscan nuevos caminos, nuevas posibilidades.”
Como en las anteriores obras, también en esta ocasión los animales y las aves son protagonistas significativos. un conjunto de liebres blancas, pájaros y palomas, concentran el funcionamiento de la obra. Pero estos “personajes” están ubicados en una “escena”. Actúan según un rol determinado: sesenta liebres (modeladas y vaciadas en resina poliéster) corren hacia todos lados, como huyendo de algo; las palomas, de similar material, reposan en otra zona de la sala, debajo de una protectora estructura metálica iluminada (como en los criaderos). En uno de los muros, un conjunto de hombrecillos desnudos trepan, como en la “montaña humana” de los circos, buscando alcanzar algún destino que parece estar arriba.
Complementan el espacio “escenográfico” una estructura con casilleros geométricos idénticos que albergan a varios pájaros, y dos maquetas de casas blancas. Estos objetos parecen hablar del orden, de la protección de los valores perdidos.
Los medios que Maza emplea en ésta obra son expresamente cool.
Nada muestra procesos interiores, ni situaciones agresivas, ni acciones políticamente significativas. Sin ningún género de reticencias. La artista establece una distancia con el yo, con el universo individual, velando la expresión y el gesto. El tema de la obra de Maza aparenta ser ecológico; así fueron interpretadas muchas veces sus obras “sin embargo, abstraído de su formulación literal el conjunto apunta, con nostalgia “y con esperanza de una lógica nueva” al mundo herido por la amenaza del nihilismo cumplido o del Apocalipsis milenarista. La instalación, en definitiva se refiere a nuestra modernidad tardía – que Lipovesky denominó con acierto “era del vacío” -, un proceso caracterizado por “la cultura sin deber” por el individualismo y el narcisismo, por la derrota de las “religiones seculares” y la violencia hard, por la indiferencia pura y elemental   

Jorge Lopez Anaya
Crítico de arte
Diario La Nacion

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