lunes, 25 de junio de 2012


Luces y Sombras
Zulema Maza
Julio-agosto 2006
Fundación Mundo Nuevo
La mujer y el bosque
exto catalogo: Rosa María Ravera

Esta exposición de Zulema maza en Mundo Nuevo nos lleva a apreciar lo que es un desarrollo de imágenes en devenir, en camino continuo y espectacular en blanco y negro. Es el sucederse de significaciones que se conectan, abierta o implícitamente, para disociarse y volverse a vincular en la apertura de escenarios múltiples, siempre a la búsqueda de un sentido plural y englobante. Si se quisiera aludir a una temática hablaríamos, a no dudarlo, de lo femenino y de sus transformaciones. Series que derivan en etapas, giros laberínticos y transiciones en los que habrá que hallar las pistas y la clave.
Como nos enseño la textualidad discursiva, la elección de los recorridos corre por cuenta nuestra. Iniciamos en consecuencia una dirección: el desfile. La continuidad de imágenes es atrapante. Charme, refinamiento y lujo sin discusión, aunque algo de inmediato mixtura el sentido y desdice la posibilidad de una lectura unívoca. No hay un solo código, la gracia se ha tornado cifra, el encanto femenino se convierte en mujer-emblema con símbolos inequívocos, israelíes, Arabes y cristianos entre otros. El cuerpo es vestimenta y lo que esta lleva es diseño, ornamento y escritura.
Estas mujeres símbolo no llevan un signo homogéneo, por cierto. Vemos el descubrirse de un busto, un seno que es corsé. No hay cuerpo. Comienza a insinuarse la sospecha de que el aparecer no es el ser (si de este podemos hablar en la ficción) Lo que se muestra de seducción inquietante, quizá encierra un significado que trasciende lo sensible. En el arte de Zulema hay siempre algo mas de lo que se ve. Es lo que ella percibe como núcleo del universo: el alma del mundo, verde, femenina.
En la imagen titulada -Figura I- la mujer exhibe en su pecho, el follaje de un bosque. Aquí nos parece haber llegado a lo esencial; aquella mujer-modelo, aquella femeneidad-maniqui, es ahora si, un cuerpo identificable con la naturaleza. Es la autenticidad mas profunda de Zulema.
Ahora preguntamos ¿quienes asisten a estas transformaciones? Nosotras sin duda alguna, pero no solo. Pronto advertimos la multiplicidad de miradas que adornan una notable diversidad de semblantes femeninos. Otra serie de imágenes son rostro de acentuada individualidad y dispar belleza que ostentan, en ocasiones, un marcado trazo negro; no se trata de un elemento plástico puro sino de una luna que se repite y alterna sus combinatorias delatando un desconocido origen intertextual. Algunos semblantes nos apelan directamente. Así lo evidencia la dirección de la mirada que remite a la nuestra, pero una vez mas surge la sensación de que esas miradas se direccionan y entrecruzan con otras ausentes y presentes mediante un sutil hilo que todo lo envuelve a través de escenas simultaneas y sucesivas en continuidad barroca. No se trata únicamente de un clima psicológico sino de una energética que circula en un espacio a la vez individual y universal. La serie Perfume de mujer produce en la penumbra el encuentro de el y ella..
La anticipada multiplicidad de perspectivas cobra presencia inédita en la visiones del campo – reminiscencia de experiencias infantiles- y en la del invernadero. Se observan originalisimos contrastes de blanco y negro en significativa simplificación. El invernadero, ámbito de combustión y alumbramiento del sentido ofrece ese doblez de enigmática visibilidad.
La oposición de lo campestre y lo urbano (Jardín Botánico de nuestra ciudad) impacta en una muestra que exhibe la heterogeneidad de narrativas y contextos, la conflictualidad de situaciones mundiales ( Occidente y Oriente) y a nivel cosmológico, de lo humano y lo natural que aquí se concilian e identifican. Todo subyuga en el crecimiento de los bosques, el silencio de la llanura y la arboleda y la plasticidad de imágenes femeninas que son y no son lo que aparece. El “Angel” es una de ellas. Su ascesis inteligible, con el cuerpo configurado con ojivas  góticas es un ejemplo. Hay otros, descubrirlos es la tarea de la lectura

Rosa María Ravera
Presidente de la Academia Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires
Todo Jardín. 2002.
Zulema Maza
    Centro Cultural Recoleta de Buenos Aires. Argentina
   Museo Rosa Galisteo de Santa Fe. Pcia. de Santa Fe. Argentina.
    Complejo Cultural Santa Cruz. Pcia. de Santa Cruz. Argentina

Revista Arte al día. Buenos Aires
Texto: Julio Sanchez
Tres maniquíes con formas de mujeres perfectas, blancas, con lencería erótica y hiedras en la piel, reciben al espectador que visita la exposición de Zulema maza. Un ventilador mueve las hojas verdes que acarician la piel femenina. En muchas obras aparecen mujeres, hay una serie de modelos, una serie de rostros, otra de prostitutas, un vídeo. Todo parece girar en torno a lo femenino.
“Sonrisa de una noche de verano” es una cabeza de yeso con un par de audífonos colocados en los oídos. Pero la conexión no va a un disc man o aun grabador, va al interior de la persona. No se trata de escuchar lo que esta afuera sino lo que esta adentro. Quizás esta sea una obra clave para entrar al mundo de Zulema maza. La artista ha tomado figuras de lo femenino que pueden ser despreciadas por sectores conservadores, las prostitutas; o marginadas por algunos sectores progresistas, las modelos. Ambas figuras son rescatadas por Zulema maza en una especie de redención por el arte. En las figuras de las modelos hay una especie de flor interior que esta dispuesta a abrirse. No importa si es una modelo, una prostituta o lo que sea, siempre hay algo adentro que puede prosperar. En este sentido Zulema es continuadora de una tradición artística en la que se ubican Joseph Beuys o Víctor Grippo, entre otros. Cuando Beuys le susurraba a una liebre muerta (“Como explicarle el arte a una liebre muerta, 1965”), estaba afirmando que ella comprendía mucho mas que muchos seres humanos con su obstinado racionalismo; el alemán se refería a la intuición, tantas veces asesinada por la razón. Grippo presenta la papa como un tubérculo barato y sucio de la tierra, pero sin embargo de ese humilde producto se podía obtener energía, había algo valioso para rescatar. Las modelos y las prostitutas de Maza son como las papas de Grippo o la liebre de Beuys, tiene algo que las redime, si brota. No en vano el nombre de la muestra “Todo jardín reverdecerá”. Hay un vídeo de diez minutos que no se puede obviar. En el, Marisol, una humilde niña de Mar del Sur, habla frente a la cámara de Zulema maza. Cuenta todo, con una verborrea ostentosamente femenina. La niña relata episodios con una naturalidad insuperable: como le van a quedar de grandes los senos cuando crezcan, que no conoció a su papa y que Papa Noel no vino –dijo su abuela- por la situación económica de la devaluación y los saqueos de diciembre de 2001. Todo enumera detrás de una sonrisa sin dolor, ni pudor, ni resentimiento, simplemente contenta. Con el peso de una sabiduría milenaria exclama: “Y que se le va hacer, la vida es así”
Todo parece girar entorno a lo femenino, pero hay algo mas todavía. Detrás de una cuestión de genero, hay una cuestión de sentido. Prostituta, modelo o niña humilde son formas externas de un eterno femenino, un inefable que late en todas las mujeres de todos los tiempos y todas las geográficas, quizás el mismo que escucha la joven de yeso con los audífonos o el que podrían escuchar todas las mujeres si decidieran hacerlo

Julio Sánchez
Critico de Arte
Un lugar donde estar, un lugar donde ir... (catálogo)
ZULEMA MAZA
Fundación Banco Patricios 1996

Buscar un lugar
Texto: Jorge Lopez Anaya

Desde hace algunos años, Zulema Maza, quien obtuvo notable prestigio como artista grabadora, se ha inclinado hacia la instalación.
Con obras de este genero ha figurado en múltiples exposiciones realizadas en el Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, en el centro Cultural Recoleta y el Palais de Glace.
En varia ocasiones, su obra integro muestras en Brasil, Italia, México, París, Washington, etc.
En esta oportunidad presenta, en la Fundación Banco Patricios, una instalación de grandes dimensiones, con el título: Un lugar donde estar, un lugar donde ir. La artista, según sus declaraciones, tematiza una problemática actual: “El desconcierto de los hombres que no saben a donde ir, pues se han perdido los grandes valores que reinan la cultura.  La gente está desconcertada, buscan nuevos caminos, nuevas posibilidades.”
Como en las anteriores obras, también en esta ocasión los animales y las aves son protagonistas significativos. un conjunto de liebres blancas, pájaros y palomas, concentran el funcionamiento de la obra. Pero estos “personajes” están ubicados en una “escena”. Actúan según un rol determinado: sesenta liebres (modeladas y vaciadas en resina poliéster) corren hacia todos lados, como huyendo de algo; las palomas, de similar material, reposan en otra zona de la sala, debajo de una protectora estructura metálica iluminada (como en los criaderos). En uno de los muros, un conjunto de hombrecillos desnudos trepan, como en la “montaña humana” de los circos, buscando alcanzar algún destino que parece estar arriba.
Complementan el espacio “escenográfico” una estructura con casilleros geométricos idénticos que albergan a varios pájaros, y dos maquetas de casas blancas. Estos objetos parecen hablar del orden, de la protección de los valores perdidos.
Los medios que Maza emplea en ésta obra son expresamente cool.
Nada muestra procesos interiores, ni situaciones agresivas, ni acciones políticamente significativas. Sin ningún género de reticencias. La artista establece una distancia con el yo, con el universo individual, velando la expresión y el gesto. El tema de la obra de Maza aparenta ser ecológico; así fueron interpretadas muchas veces sus obras “sin embargo, abstraído de su formulación literal el conjunto apunta, con nostalgia “y con esperanza de una lógica nueva” al mundo herido por la amenaza del nihilismo cumplido o del Apocalipsis milenarista. La instalación, en definitiva se refiere a nuestra modernidad tardía – que Lipovesky denominó con acierto “era del vacío” -, un proceso caracterizado por “la cultura sin deber” por el individualismo y el narcisismo, por la derrota de las “religiones seculares” y la violencia hard, por la indiferencia pura y elemental   

Jorge Lopez Anaya
Crítico de arte
Diario La Nacion

lunes, 25 de agosto de 2008

La voz imperceptible de la naturaleza
Jacques Leenhardt
Texto catalogo Voz de la naturaleza
Galeria Arte x Arte
Buenos Aires septiembre 2008

Escuchamos aun en nosotros la voz de la naturaleza? Con los medios actuales del arte, puede el arista darnos una imagen de ello? Esta parece ser la pregunta central que nos propone la exposición de Zulema Maza. Apoyándose en las posibilidades actuales de la manipulación de la imagen en la computadora, Zulema nos plantea más que una respuesta, un ejercicio de duda y de interrogación.
Vemos aquí la imagen de una muchacha, Joven I. Una muchacha, dos cuerpos. Un primer cuerpo de belleza melancólica, ojos calmos y profundos, boca apetecible, emergiendo como una aparición de un oscuro plano de fondo. La luz que acaricia su rostro no disturba su paz, nada parece retener su mirada. Por debajo, un segundo cuerpo, vestido de un fino tul de follaje, como un encaje dado por la naturaleza.
Cómo escuchar la voz de la naturaleza?
Exhibiendo esta ligera frondacion como si se tratara de un simple vestido, la imagen oculta el cuerpo, quitándole al cubrirlo su corporeidad, su parte “natural”, prueba que el rostro es reflejo del alma más que del cuerpo. La inquietud que produce esta imagen proviene por lo tanto de la yuxtaposición de dos registros simbólicos contradictorios. Mientras que el vestido se reconoce como una convención social que cubre el cuerpo, aquí la misma naturaleza es la que oculta la naturalidad del cuerpo. Esta frondacion remite al cuerpo como “natural” y al mismo tiempo lo desposee de su inmediatez para envolverlo con una mascara social. Esta es la turbación que yace en la melancolía de la mirada de la muchacha.
No obstante la exposición de Zulema Maza no esta hecha de imágenes solitarias. Las fotografías intervenidas dialogan mutuamente, se completan, se interrogan. Joven tejiendo I nos habla también del vestido que recubre el cuerpo y que tal vez, en el imaginario, a menudo se sustituye. De que manera entonces aprehender
la naturalidad de esta muchacha, como poder escuchar en nosotros, de esta imagen surgir la voz de la naturaleza? Nosotros estamos habituados al conocido mundo femenino del vestuario. Pero contrariamente a la primera imagen, esta no nos habla de la moda en términos de arte. Nos cuenta más bien la historia de la trabajadora eficaz de sonrisa plena que elabora su propia materia natural. Es el relato de la transformación de la naturaleza por el artificio de las agujas y la técnica del tejido. De esta manera las agujas que teje la muchacha podrían hacer pensar por metonimia a la planta del “algodón”. Joven tejiendo II a partir del mismo registro, indica quizás de alguna manera que la fibra natural a través del arte, es llamada a unirse al cuerpo femenino y cubrirlo con un delicado vestido. Pero ahora bien, donde esta esa naturaleza que no aparece sino transformada, cultivada, “artealisada”? Por que sortilegios se nos escapa siempre? La ironía melancólica que experimentan esos rostros de una calma casi resignada ilustra el límite imperceptible entre la mujer, la vestimenta y la naturaleza, como si de este modo construyera ella misma la prisión de donde su cuerpo querría escapar. En la mirada fija e insistente de la Joven tejiendo cerca se opera un desplazamiento. Ya no es más el trabajo el que la absorbe. La muchacha no mira mas su obra, fija su mirada en mí. Esta imagen ya no exalta el poder transformador que a partir de la materia natural, produce la prenda del ropaje. La mediación de la materia natural ha desaparecido. Sus ojos miran hacia mí, espectador de esta desaparición. La melancolía que se lee en los rasgos de esa muchacha nos habla de esta perdida y del triunfo de la artificialidad pura. Quizás no haya más que tejer agujas, cadena y trama, hilos de hierro que encierren desde ahora, y para siempre, los cuerpos amados y sensibles en una carcaza de grillas.
La frontera entre lo vivo y lo artificial, la naturaleza y la técnica se ha tornado tan incierta que se ha convertido en objeto central de la reflexión tanto ética como estética.
Somos absolutamente dependientes de la técnica y de las maquinas que nos permiten vivir, trabajar, soñar. A tal punto que para mostrar la vida en lo que ella tiene de primigenia y de natural, debemos redoblar los signos de su naturalidad. En nuestra cultura lo natural se encuentra obligatoriamente señalado o si se quiere “labellisado” como vital y natural. Ya no existe la evidencia espontánea, todo debe ser subrayado, y por lo tanto de cierta manera artificializado. La barrera que circunda hace el jardín –Cerca-; la ciudad conquistadora que absorbe y transforma, hace la naturaleza.
La fotografía como técnica artística, constituye el medio por excelencia donde la relación problemática entre naturaleza y técnica se muestra y se trabaja. Esta característica de la fotografía tiende a distinguirla de las formas tradicionales del arte de la representación, pintura o dibujo. La fotografía es el trazo luminoso de lo real. Es por eso que en el tiempo que se la denominada aun Heliografía, Fox- Talbot llamo al sol, “el pincel de la naturaleza”. Pero desde su invención, y porque ella era aparentemente verídica, la fotografía ha interesado a los artistas por su capacidad de manipular las imágenes. De esta manera el mundo fotografiado es a su vez verdad y mentira, naturaleza y arte. Zulema Maza explora este margen que es la esencia misma de ese medio, ella ha elegido el soporte más apropiado para desarrollar esa incógnita.

Jacques Leenhardt
Critique d’art .Docteur en sociologie et philosophe.. Directeur d'études à l'École pratique des hautes études en sciences sociales. Directeur de l’Équipe de recherche « Fonctions imaginaires et sociales des arts et des littératures » du CRAL