miércoles, 3 de octubre de 2007

Catalogo Ministerio de Educacion Malena Babino

Catalogo Ministerio de Educación de La Nación Argentina
Texto: Malena Babino

Pintura argentina contemporánea
Generación del 80
Zulema Maza

Iniciada, primero, en el dominio del grabado y ampliada, luego, hacia el campo de la pintura, escultura y las instalaciones, la obra de Zulema Maza está íntimamente asociada a la naturaleza. En ella es donde el artista fija su mirada y organiza imágenes con las visualiza su idea del mundo, concebida sobre la base un encuentro entre el ojo que descubre “lo visual” y la intimidad de sus propias vivencias, tanto las conscientes como las inconscientes. Las imágenes que aparecen en sus obras –aún cuando en varias oportunidad des nos remiten a representaciones humanas- son imágenes de animales que siempre aparecen en situaciones y relaciones que Zulema establece como analogía con los seres humanos, al tiempo que reflejan situaciones que movilizan el pensamiento dentro del contexto del símbolo y la metáfora. Le interesa reflexionar, así acerca del tema de los comportamientos de las distintas especies vivientes. La obra así creada constituye un acto que modifica, o al menos, inquieta la consciencia del espectador. La actitud creativa no es, para Zulema Maza, un mecanismo de producción de objetos bellos para admirar, sino una experiencia de reflexión y conocimiento que amplía nuestro contacto con la realidad. El espectador, ante sus obras se integra en una particular dimensión espacial y temporal, y la lectura que establezca que las obras no depende solo de los indicios dados por la artista sino, a demás, de las múltiples conjugaciones que este haga de los signos aportados. Los recorridos son libres y por tanto, todos ellos posibles.
Zulema nos muestra con textos en los que plantea ideas complejas y que, a su vez, funcionan como imagen especular de los comportamientos del hombre dentro del escenario social. Aparecen así planteados espacios donde, tanto en sus pinturas y sus instalaciones, dispone marcos de referencia en los que integra figuras de animales. El objeto fabricado por la artista, de manera casi artesanal, produce en serie –la más de las veces en resina poliéster- las imágenes que luego utilizará para armar el relato. La fuerte carga metafórica que emana de los mismos se interna en significados muchas veces vinculados con el plano de lo antropológico.
En el año 1995 su instalación Finito-infinito, realizada en el Museo Nacional de Bellas Artes, giró en torno de varios ejes. Por un lado la reflexión sobre la realidad y su representación quedaba plenamente expuesta en el carácter virtual de la imágenes: la proyección, sobre la pared, de unas gaviotas al acecho reforzaba el nivel de simulacro de una gran cantidad de peces fabricados en resina poliéster dispuestos, tanto en los tres registros horizontales de la pared, como en los círculos delimitados por una estructura metálica de forma cónica. De la misma manera quedaba desenmascarada la idea de naturaleza animal, amenazada y subordinada a un destino inexorable –en éste y los otros casos- en los que aparezca, pero como metáfora de lo humano. El pájaro se come al pez que, al mismo tiempo y inevitablemente quedará atrapado por el hombre, implícito en la presencia de la redes. La lucha pro la vida y la subsistencia, en una concatenación de imágenes que se desarrolla en un tiempo circular.
En otra instalación titulada Galápagos (Centro Cultural Recoleta 1966) la situación se vuelve más compleja. Aparece aquí de una manera más plena que en otras obras, una actitud más comprometida con su propia intimidad. Hay claras referencias que, desde el abordaje de lo femenino, remiten al mundo de los arquetipos y del mito. La serpiente y el galápago inspiran a la artista imágenes que ella cruzará con figuras femeninas aisladas o en pareja y en las que los ritos de fertilidad, los cultos agrarios, la referencia a la relación entre el mundo de los vivos y el mundo de los muertos, al tiempo que la exteriorización de vivencias personales, serán alusiones inevitables. De esta manera, dispone sobre la pared, cuatro relieves inscritos en marcos cuadrados. En uno aparece una figura femenina, de grandes senos y vientre abultado, que la pared central y delante del caparazón de un galápago (indicio de lo “continente”, de lo “protector”) y, a manera de maternidad deificada, constituye el punto focal alrededor del cual surgirá una enmarañada trampa de serpientes, barrocamente organizadas. En otro marco se da la pareja, nuevamente con claras alusiones a la fecundidad, también con galápagos y serpientes, el tema expuesto. Un tercer y cuarto marco de menores dimensiones que los anteriores, contendrá galápagos sobre fondos de estructuras complejas. Por su parte, tres enormes pedestales sirven de base a tres figuras que, a modo de ídolos, se ofrecen para la contemplación sacra. Se trata de figuras que, sintetizando la mujer con el galápago, exhiben esa hierática frontalidad que caracteriza a los ídolos mediterráneos primitivos. Finalmente, otras representaciones de mujer y galápago acentúan el sentido hierofánico de la instalación. La imagen surge aquí como prenda en honor a las fuerzas de la naturaleza, pero también como necesidad de que estas funcionen como protectoras. Este es –posiblemente- el sentido que la fundamenta. Aquí la obra de arte –designación equívoca por demás- es una trama de significaciones que cada espectador combina y traduce mediante operaciones diferentes, peros siempre otorgándole algo de lo cual no puede prescindir: un sentido.

En el año 1996, presenta en la Fundación Banco Patricios una nueva propuesta: Un lugar donde estar, un lugar donde ir.., en el que desarrolla diversas ideas. Gran cantidad de conejos desplazándose en torno a un centro: allí, sobre una tarima, e iluminada por un rayo luminoso que baja desde lo alto, un único conejo mira fijamente al espectador; sobre la pared posterior se proyecta la imagen de un mandala. el blanco que domina toda la instalación provoca una inquietante sensación de freezer y reverencial distanciamiento. En otra parte de la sala aparecen palomas en actitud de acecho –a pesar de la asociación de estas aves con la idea de mansedumbre y sumisión- que obsesivamente se orientan, de igual manera, que en el caso anterior hacia un centro; allí un damero con siete casilleros por lado encierra en cada caseta una paloma. Esta metáfora se desdobla en dos significados: por una parte la separación y el aislamiento, desde una periferia se mira el centro, pero allí se anula la posibilidad de la autodeterminación y cada cual está encasillado donde necesariamente debe de estar y, por la otra, el espacio cerrado del casillero acentúa la imposibilidad de revertir la situación. Sobre una pared de la sala, otra instalación inquieta la conciencia del espectador: Setenta figuras femeninas y masculinas buscan, con acrobáticos movimientos llegar a una eventual menta. Evidentemente existe, en esta y en otras obras de la misma muestra, a la par que un fuerte sentido “cultural” de los objetos, un hilo conductor que los vincula: ¿cómo pensamos el lugar que a cada uno nos pertenece o que cada uno busca como propio?, ¿cuáles son los centros y que periferias estos determinan? La artista establece con estos interrogantes un anclaje evidente con el pensamiento de la posmodernidad.

Lic. María Elena Babino
Historiadora del Arte

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